Dos lecturas de "PAISAJE SURREALISTA SEXUAL DECADENTE CON MATERIA AMORFA"
Al principio, al llegar junto a él, cuando las impresiones son lo primero que lo abordan a uno, la mirada se dirige hacia la figura del centro del cuadro, percibiéndose una sensación efectivamente de decadencia y aun de fealdad, de sordidez y de cierta opresión. Esto se acentúa al fijarse en la parte derecha del cuerpo central y en su izquierda, en los tonos marrón y en el brazo que sujeta y es sujetado por unas tuberías.
De repente se cree haber encontrado una salida al fijar la atención en el rostro de la parte superior, pero persiste el desasosiego, se acentúa incluso, al ver que su mirada no existe. Se procura ahora la evasión en los aviones de papel, pero el papel de periódico acorta mucho el vuelo. En la parte inferior los tres huevos en perspectiva añaden una nota de desconcierto e incertidumbre.
Hasta que al fin, casi en el mismo instante de todo lo anterior, se da con el puente salvador que se ofrece como via de escape, de huida si se quiere, hacia el horizonte claro y esperanzador, prometedor de cualquier tipo de belleza, convirtiéndose así, finalmente, en el protagonista amable y discreto del paisaje.
También se han saboreado la originalidad, los colores y sus tonos, la distribución de las formas y sus volúmenes.
Luego al volver, confirmadas las impresiones se ofrecen a la imaginación algunos símbolos, y se va viendo que los elementos se dejan ordenar en tres partes:
En el tercio inferior el puente salvador comienza a sugerir, con su difuminarse en perspectiva en el pasado hasta perderse de vista y con su cortarse de repente en el momento presente, no pudiéndose ver ya el futuro, al tiempo. A su lado los tres huevos vienen a complementar lo que no se ve del puente, es decir, el porvenir. Al fondo, claro el horizonte. todo ello sobre un escenario de arena rojiza, misteriosa y legendaria coronada por las tres pirámides al fondo a la derecha, lejos.
Más acá uno de los cuerpos incierto, el pie, mordido por una de las ulceras, enlaza el tercio inferior con el medio.
Aquí en el tercio medio, el cuerpo: El cetáceo varado sobre la arena, el pene flácido y los pechos de mujer que no llegan a alcanzar su forma, su belleza, ¿Son el cuerpo que se va muriendo por la imposibilidad de asir el amor, o son el amor consumado, los cuerpos fundidos y extenuados en la playa del sosiego tras la tormenta del placer? A la derecha, las dos ulceras, la enfermedad, una menor, ha mordido ya; la otra cuya magnitud o alcance aún es incierto, esta ahí, acechante, amenazante.
El brazo enlaza el tercio medio y el superior, en el que se agarra a una conducción de agua y en el que es agujereado por otra; ¿La técnica? ¿L técnica con mayúsculas a la que nos agarramos y que además irremediablemente nos agarra? ¿La tan condicionadora de las vidas y de los cuerpos, de los esquemas mentales y de los sentimientos incluso? En el tercio superior también, un rostro; el alma desgarrada, desarraigada, cegada en blanco, cegada en el vacío, buscando amparo en la evasión en lo cotidiano. (¡Volaz aviones de papel de periódico!)
El tiempo, el cuerpo y el alma es pues lo que se ve al otear este paisaje con cierta calma y quizá tambien pretenciosidad. Porque me pregunto si no viene a cuento buscar simbolos racionales en algo creado al azar de impulsos nada, o poco más, reelaborados. Pero ¿Qué se le va a hacer si, además de las impresiones que asaltan al contemplador en las primeras sacudidas, este encuentra también cierto placer en dejar que posibles conexiones con la realidad, o con su realidad, acudan mansamente a la imaginación?
- José Antonio Fernández Álvarez (Amigo)